miércoles, 2 de marzo de 2011

UN CIELO LLENO DE ESTRELLAS


Cerré los ojos y mil estrellas resplandecieron de entre la oscuridad, siendo un vaticinio de que todo estaría bien, que ya no había más porqué llorar, que los días de penumbra se acabarían para mí. Aparecieron cometas incendiándose uno por uno en un suicidio masivo, acabando con las penurias que continúan asechando al universo en expansión, cayeron al vacío.
Los soles brillaron en la gala de valses suaves que Dios tocaba para calmar los conflictos que mantengo conmigo misma y me tomaron la mano, haciéndome girar hasta caer rendida sobre nebulosas de algodón. En ese momento, supe cuál era el rostro de la gloria y potestad.
La noche era el día y el día era una invención a la que me aferraba, pero ya no más.
Ya no me dolían los parpados de tanto llorar en vano y el peso que Prometeo puso sobre mis hombros en su ausencia, cada vez disminuía, pudiendo respirar la tranquilidad tras un largo tiempo de desconocer el concepto. Volvió la somnolencia, los perros dejaron de ladrar, el viento masajeaba mi piel y fluyeron las palabras que se habían dispuesto a desaparecer por rebeldía a mis suplicas. Pude escribir, descubrí que era más que una cara bonita y un cuerpo atrayente, aclaré mi fortuna y era buena, próspera, pero tenía que esperar….
Comenzaron a soplar aires de tiempos mejores, cuando sucumbía ante la asfixia de la polución empedernida que afanaba con entregarme a la parca por diversión. Yo ya no era el bufón de la corte, sino la señora ostentaba la corona y el cetro….
Las galaxias me rendían honores al pasar entre ellas, proclamándome su reina y libertadora de las aprensiones ufanas que un mendigo les prometía. Era yo de nuevo y a nadie se lo debía, excepto a mí.
Entendí al final, el valor de los sacrificios que tuve que hacer; pagué el precio que tiene la victoria con sangre caliente y no me arrepiento, porque es empalagosa y saciaba.
Recuperé la confianza que me robaron, descongelé mi corazón esperando que alguien venga y lo reclame como suyo.
Di sepultura a mis fantasmas y el planeta cupo en mi palma, luego en una perla y lo puso como diamante de un anillo que no me quitaré hasta el día en que me arrebaten la vida en batalla.
Tenía un fin mi existencia, un propósito, un lugar donde ir, cuando rebeláronse los mapas de mi viaje al infinito y me sentí orgullosa.
Entendí quién era, por qué estaba aquí, por cuánto tiempo, si tendría compañía, cuándo fue que desaparecí y cuándo encontré el camino de regreso a casa, todo cuando cerré los ojos y vi un cielo lleno de estrellas multicolores.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER

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- Franykityzado por Klaus, ©2009.