Se acumulan los días de meses ya muertos sobre mis ojeras, pasando lentos y cargados de promesas lastimosas rellenas con tus ojos, el recuerdo de tu sonrisa al mirarme de casualidad y el dejo de protección que entrega el viento con algo parecido a tu olor. Llegan. Pasan. Se van.
Agoto las esperas perdida en
el cuadriculado de una libreta al alcance, queriendo escribir otra cosa ajena a
tu existencia, pero la mano baila a voluntad propia y tratando de plasmar en
papel cuánto es lo que siento el dolor que le causé. Si tan solo hubiera sido
valiente, quizás ahora te besaría a mi antojo
Una que otra canción se cuela
entre la conversación que entablo sagradamente al aparecer los arreboles con el
mar, robándose por un minuto mi conciencia para llevarla donde sea que te
encuentres ahora, rogando al cielo que tus pensamientos no
hayan caído en hermetismo para mí y que el escalofrío que recorre mi
espalda sea porque mi nombre fue pronunciado por tus labios o que simplemente,
por cualquier excusa, te encuentres dando un paseo por mi cabeza, como antes
solías hacer.
Hay canales que no se pueden
romper.
Hay vidas que no se pueden
separar.
Hay falta de recursos si de
saber de ti se trata, como si nadie en esta tierra se tomara un instante para
retenerte en su memoria, transformando todo en supuestos nacidos de más especulaciones y
especulaciones paridas para mantenernos lejos.
A veces me pregunto si
seguirás viviendo y dar cabida a un no, es traicionar a mis propias ganas de
aferrarme al aliento. Ya te perdí una vez y viví. Perderte dos, lanzaría la
bala en medio de mi sien.
Cómo te puedo explicar el
menjunje de cosas que proliferan en mi
cabeza cuando el insomnio aparece puntual a media noche, trayendo consigo los
mejores años de los dos, antes que el racionalismo, las leyes, los enfermos, el
dolor, la rabia, más insomnio, lejanía, cercanía, lejanía otra vez y el metro
en hora punta atacaran a matar, entregándome
un ensayo con detalles de cada momento en que la historia pudo haber
cambiado, si alguno de los dos hubiera sido valiente. Aquel día de marzo, ya
casi 6 años atrás, cuando la universidad aparecía como un universo desconocido
y no como un carga por sobrevivir, tú de pie y yo obviamente escribiendo en un
rincón, en mi casa a media tarde, tras volver de ir a tomar un café, cuando te
acercaste para juguetear con mi cabello, en aquellos tiempos tan largo y oscuro
como la agonía que profeso ahora, y dejar un beso plasmado justo donde se
siente el fervor de la sangre al subir por el cuello, aquel día, en ese preciso
cuadro, pese a todo lo que pude haber dicho antes, quise y no sabes cuánto,
pararme de la silla y devolverte el beso. Pero no pude. Vivía con culpas y temor a mi conciencia, a
lo que diría el mundo, a las consecuencias de mis actos… ¡Esa puta crianza a la
antigua de señorita de sociedad! ¡Los putos modales y lo que es correcto y lo
que no! ¡Los putos pecados que proclama la iglesia! ¡Mi puta cobardía!
Aquel día, si me lo hubieras
pedido, habrías podido desnudar algo más que mi corazón…
Es eso lo que más me corroe.
La sapiencia de EL momento en que la vida sustentó su fututo ¿Por qué no me lo
pediste?
Se rumorea que este cuerpo
joven, aunque más frío que el agua de Pichilemu, alberga un alma tan vieja como Matusalem, con secretos traídos cada vez que resucitaba y apropiándose de dos cosas:
La continuación de nuestra historia la última vez que coincidimos varios siglos
atrás y conocimientos que no todos los humanos pueden sobrellevar ¿Cómo crees que
sabía cuando algo pasaba contigo? ¿Acaso no te dije el aviso que me dieron las
olas sobre su revancha contra las personas por arrebatarles propiedad,
inmediatamente después del día en que la tierra decidiera cambiar su eje tras
haber dejado masacre en la mitad de este país? ¿Acaso no te dije que nos
volveríamos a encontrar?
Se rumorea por ahí que fuimos
lo único que no pudimos tener por adelantarnos al destino y juntarnos cuando
era prematuro al tener tan corta edad…
El error fue mío por jurar
amor cuando se tienen 16. Por jurar amor tras convencerme que así debía sentirse
el amor. Por jurar amor porque era lo que se esperaba. Por jurar amor a
sabiendas que jugaba a perder. Por jurar
amor y dar vuelta el mundo por perseguir
la ilusión encendida por la luz de unos faroles, cuando pude haber probado las
maravillas de un sol.
El error fue tuyo por creer
que por bruja adivinaría la verdad. Por creer que no estaba ciega y en mis
cabales. Por haberte acercado a saludar.
Por haberme prometido devolverme a las aguas. Por haberte hecho
indispensable y luego desaparecer. Por
no haberme besado como Dios manda. Por no haberme desabotonado la cordura. Por
no haberme venido a buscar…
No sé si es una cosa de
conciencia o de retribución por los males causados o es el punto de lo tarde
que aprendí a parpadear y no encontrarte cerca, morir de a poco en
desesperación por no verte regresar a mí y hacer como si los años no pasaron y
seguimos siendo los chiquillos más ancianos que jóvenes, solos contra el
futuro, pero siempre de la mano, cuando todavía en la inocencia, planeábamos
una vida para los dos y mira si es cruel el destino, al hacernos cumplir
exactamente lo planeado para estas alturas aunque tú por tu lado y yo por el
mío.
Es la maldita memoria
infinitamente masoquista que para probar sus alcances, trae cada detalle de
cada conversación para buscarle los errores o alguna segunda interpretación
pasada por alto, tanto así que ya tiene su frase favorita y tú la razón.
“No quiero que el día de
mañana te encuentres preguntando qué hubiera pasado si”
Pues bien, aquí estoy
haciéndole honor a tu advertencia, torturándome, maldiciéndome, ahogando mi
llanto contra la almohada para no despertar a nadie. Aquí estoy, viendo el
tiempo pasar.
Dónde estabas cuando te
llamaba como sólo nosotros podíamos hacerlo. Dónde estabas ahora que te dedico
un “Buenas noches”. Dónde estabas cuando se asentaron mis cabales, cuando
brillaron un suspiro, desintegrándose al ver que no estabas.
Dónde estaba cuando me
ofreciste tu corazón y la luna. Dónde estaba cuando era a ti a quien atacaba el
insomnio. Dónde estaba cuando el dolor se hizo insoportable. Dónde estaba la
última vez que me viste pasar.
¡Estoy postrándome a tus pies!
¿¡No es eso lo que querías!? ¿Verme ocupar el sitio que un día te hice llenar?
¡Estoy, a mi manera, tratando de enviarte un beso si es que alguna vez lograras
leer lo que escribo! ¡Aquí estoy, pidiendo perdón! ¡Aquí estoy, buscando otra
oportunidad!
De nuevo dieron las 5 de la
mañana de un domingo como tantos otros, con tu nombre claveteando en el
entrecejo e imaginando que aquel día, sí me paré del asiento…
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
No hay comentarios.:
Publicar un comentario